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«Papi, ¿dónde estabas?» [CUENTO]

Miss Eli

Miss Eli

Este cuento lo escribí para una niña cuyo padre apareció repentinamente en su vida cuando ella tenía 7 años, habiendo desaparecido al ser ella un bebé. La madre me comentó que lo estaba pasando mal y yo inventé esta historia para ayudarle con su nueva situación. Al principio le chocó escuchar un cuento donde la protagonista principal vivía una situación similar a la suya, pero después quería oír el cuento todas las noches. Además, ayuda a comprender de forma sencilla el divorcio entre los padres y a asimilar que no es culpa suya, ya que es algo típico entre los más pequeños pensar que sus padres no están juntos por su causa, ya que el mundo gira en torno a ellos. Espero que os guste.

Cuento «Papi, ¿dónde estabas?», de Miss Eli

A Alba no le gustaba nada el día del padre. En el colegio, todos los niños hacían tarjetas de regalo para sus papás diciéndoles cuánto los querían y lo que disfrutaban cuando se encontraban juntos. Ella no conocía a su papá. No estaba en el cielo, no, sabía que estaba en alguna parte de la tierra. A veces, miraba esa bola del mundo que sus abuelos le regalaron por su cumpleaños, cerraba los ojos, la hacía girar y ponía el dedo en un punto. Al abrir los ojos, leía el nombre del lugar y se preguntaba:
―¿Estará ahí mi papá? ¿Por qué se fue? ¿Es que no me quería?
Ya no era un bebé, había cumplido 7 años y muchas más dudas le surgían, sin encontrar una respuesta a las esenciales.
Un día, su mamá le informó que papá había llamado y había preguntado por ella. A Alba le latió el corazón tan rápido como un tren de alta velocidad. Sus emociones eran contradictorias, estaba sorprendida y a la vez enfadada. «¿Por qué no había aparecido hasta ahora? ¿Por qué no había querido saber antes nada de mí?», pensaba confundida.
―¡Pues yo no quiero saber nada de él! ―gritó la niña mientras corría a su habitación con dos lágrimas a punto de brotar de sus lindos ojitos.
Mamá la siguió, comprendía el disgusto de su hija, era normal. Alba era una niña muy inteligente y su madre sabía que no iba a ser tan fácil.
La pequeña estaba tumbada bocabajo en la cama, su cuerpecito se agitaba al ritmo de sus sollozos. Mamá le acarició la espalda y la dejó llorar, para que pudiese expulsar todo el dolor y el resentimiento que llevaba años dañándole el corazón.
Cuando se calmó un poco, mamá le dijo:
―Yo sé que estás enfadada con él, pero a veces, los adultos también nos equivocamos. Podríamos darle una oportunidad, ¿no crees?
Alba se sentó junto a su mamá, con los ojos húmedos y el corazón acelerado.
―¿Y por qué ha tardado tanto en querer saber de mí? ¿Por qué no ha venido nunca antes a verme? ¿Por qué? ―. Miles de preguntas se agolpan en su mente.
― No lo sé, cariño ―respondió su mamá con dulzura― ¿Por qué no se lo preguntas a él? Dale al menos la ocasión de responder a todas esas preguntas que te surgen. Hazle todas las que necesites saber. Seguro que hay alguna razón por la que no apareció antes o, al menos, siente haber tardado tanto.
―¿Tendré que llamarle papá?―. No le apetecía hacerlo, ese señor, de momento, era un desconocido.
―Llámalo como desees. Si quieres explicarle que, de momento, lo llamarás por su nombre y que, cuando comience a portarse como un papá real, se habrá ganado la palabra “papá”. Al igual que tú, cuando consigues que te den pegatinas o diplomas en el colegio. Seguro que la profesora te los da porque te los has ganado.
Alba sonrió y comenzó a plantearse que tal vez no era tan mala idea. Podría verlo y hacerle todas esas preguntas que brotaban de su cabeza.
Por fin llegó el día del encuentro. Papá estaba ahí, frente a ella. Alba no sabía cómo actuar. Él la abrazó y ella no pudo responder a ese abrazo, aún era tan pronto…
―Hola ―comenzó papá, mientras ella bajaba la cabeza con timidez―, tenía muchas ganas de verte.
―¿Y por qué no has venido antes a verme, cuando era un bebé? ¿No te gustan los bebés?
Papá esbozó una sonrisa, pero el rostro serio y la mirada inquietante de la niña hicieron que desapareciese.
―¡Si qué me gustan! No era por ti, mi niña, por quien no he aparecido antes. ¿Quién es tu amiga en el colegio?
Alba lo miró extrañada. Ella quería respuestas a sus preguntas, no hablar del cole y de sus amigas, pero respondió:
―Se llama Sofía. ¿Por qué?
―¿Nunca te has enfadado con ella? ¿Has dejado de hablarle alguna vez?
―Bueno, un día nos enfadamos en el recreo. Ella quería jugar a un juego y yo a otro distinto. Pero al día siguiente se nos olvidó. ¡Somos las mejores amigas!
―Pues algo así nos pasó a mamá y a mí ―. El padre buscaba una explicación que su hija pudiese entender―. Éramos los mejores amigos. No sé cómo, un día comenzamos a discutir. Primero eran tonterías y al día siguiente se nos olvidaban, como a ti con Sofía. Otro día, el enfado fue mayor, y mayor…, hasta que me fui lejos. Los enfados de los adultos, quizás porque no somos tan sencillos e inocentes como los niños, suelen durar mucho más que los vuestros, a veces, años. Yo me acordaba mucho de ti, pensaba en lo que me estaba perdiendo y tanto y tanto lo pensé que decidí hacer las paces con mamá y hablar con ella sobre ti. ¡No quería que pasase un día más sin saber de mi pequeña! ¡Siento muchísimo no haberlo hecho antes y haberme perdido todos estos maravillosos años contigo!
―¿Eso quiere decir que ya no estás enfadado y que vuelves para vivir con nosotras?
―No, mi vida, no vamos a vivir juntos. No estoy enfadado con mamá ni ella conmigo, pero no estamos enamorados, como deben estarlo los papás para vivir juntos.
―Entonces, ¿has venido para irte? ¡No lo entiendo! ―exclamó la niña un tanto irritada.
―He venido para poder verte algunos días, ¿no tienes amigas con papás separados?
―Si, Inés vive con su mamá, aunque algunos fines de semana se va con su papá. La lleva a sitios muy divertidos y siempre me cuenta historias muy chulas cuando vuelve al cole.
―Yo no te voy a pedir que pases un fin de semana conmigo hasta que estés preparada. Para empezar, nos podemos ver algunas tardes. Yo responderé a todas las preguntas que quieras hacerme y haremos actividades divertidas. Iremos al zoo, al parque de atracciones, a la playa, a patinar,… Los dos elegiremos lugares interesantes y podremos ir algún día. ¿Qué te parece?
―¿Podrá venir mamá?
―Eso deberemos preguntárselo a ella, ¿no te parece? ―. Papá sonrió. Estaba tan contento de estar con su pequeña y tan arrepentido de no haberse acercado a ella hasta ahora, que pensó en compensarla por todo el cariño y amor que no le había dado en todos estos años. De aquí en adelante, deseaba ver a su hija crecer, si ella le daba una oportunidad.
Mamá llegó en ese momento, tenían que irse. Papá la miró y se dirigió a la niña.
―¿Puedes darme un abrazo de despedida? Pero una despedida cortita, me gustaría volver a verte muy pronto.
Alba lo abrazó, pensó que tal vez era una buena idea lo de conocerse poco a poco. Todos los niños quieren a sus papás y disfrutan mucho con ellos. Seguro que su papá, ahora que se había arrepentido de no haber estado cerca de ella todos estos años, le iba a demostrar que podía ser tan cariñoso o más que los otros padres.
―¡Hasta pronto! ―se despidió papá.
En el rostro de Alba se dibujó una tímida sonrisa, sabía que en unos días se volverían a ver. De pronto, se encontró pensando que al siguiente año, cuando en clase decorasen tarjetas para el día del padre, podría escribir la suya a su papá, que había vuelto para demostrarle que la quería y la cuidaría, como hacen todos los papás con sus pequeños.

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