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Año nuevo, vida nueva

Carmen María León Lopa

Carmen María León Lopa

Probablemente nos cansaremos de oír y de repetir esta afirmación en estas fechas del calendario. Es probable que la hayamos pronunciado en numerosos eneros de nuestras vidas. Y es más que posible que lleguemos al siguiente 31 de diciembre con cierta frustración y pensando con amargura y desaliento que tampoco lo hemos logrado este año…

Desde aquí, planteamos algo diferente para este 2018. ¿Y si probamos a transformarla por esta otra? “Año nuevo, aceptación de mi vida”.

No sigas leyendo. Detente un momento en esto. Respira varias veces y repítela en voz alta. Despacito, oyendo tu voz pronunciar cada una de las palabras. ¿Cómo está reaccionando tu cuerpo? Es posible que tus hombros se hayan recolocado un poco hacia atrás, permitiendo a tu corazón expandirse, o tal vez se te ha encogido el estómago al pensar que durante los próximos doce meses, tu existencia va a continuar siendo el mismo pozo de oscuridad que percibes que es ahora…

Piérdele el miedo a esto. La vida, aunque lo parezca, nunca es igual. Ningún día es una copia exacta del otro. Ningún momento lo es. Lo que ocurre es que caminamos tan inconscientes a las sutiles diferencias que tienen lugar, que no somos capaces de percatarnos. “Puedo ver con extraordinaria claridad todos y cada uno de los cambios que tienen lugar en mi bebé”. Esto es algo que oímos con frecuencia. Exactamente igual ocurre con todo y con todos. La única diferencia es que el foco de atención de ese padre es la pequeña criatura que tiene entre sus brazos. Por eso percibe sus transformaciones sin ninguna dificultad.

Se dice que la vida es un río y un río no fluye siempre igual ni discurre dos veces por el mismo lugar de la misma forma. El cambio es un suceso que se da de forma natural. Tan solo hay que pararse a contemplar los árboles de un parque. Un día sus hojas son verdes, al otro marrones y al siguiente carecen de ellas. El renacuajo pierde la cola, desarrolla sus pulmones y continúa su metamorfosis hasta convertirse en rana. A ningún ser de la naturaleza le preocupa el cambio, simplemente saben que es algo que ocurre. Que les ocurre. Debe ser que la evolución va aparejada a la preocupación, porque tan solo las personas se angustian por su causa. Lo deseamos pero lo tememos y nos oponemos continuamente a él.

Hay quienes le tienen auténtico pánico y se esfuerzan por controlar, prever, analizar y manejar lo imposible con tal de que a su alrededor todo permanezca estanco e inalterable. Son aquellos que afirman orgullosos que el valor de una persona está en mantener firmes sus creencias –ocurra lo que ocurra y tengan las experiencias que tengan. Aquellos que alardean de que siguen siendo los mismos- ¿cómo es posible hacer esa afirmación tan tajante? Tan solo hay que mirarse al espejo… -y pensando igual que años atrás– es muy complicado encontrar a alguien tan inmutable e inalterable. ¿No será más bien el reflejo de una falta de conciencia…? Quienes son presa del sufrimiento y fracasan una y otra vez por llevar a cabo siempre las mismas acciones pero que no están dispuestos a probar nuevos caminos porque “así es como lo he hecho siempre y así es como lo voy a seguir haciendo”.  Por supuesto, estas personas no son capaces de controlar los procesos naturales de cambio –nadie puede hacerlo-  y la vida, su vida, no para de enfrentarle a la cara situaciones cada vez más desestabilizantes y dolorosas para facilitarle el aprendizaje…

Otros, sin embargo, luchan para conquistar la transformación que creen tan necesaria. Batallan para cambiar a los demás, al mundo, y, si se da el caso… un poquito y de refilón a ellos mismos. Tienen conflictos con su hijo, un ser lleno de complejos y de timidez, para que sea delegado de curso y capitán del equipo. Llevan años ciegos ante las dificultades de aprendizaje de su hija, que ahora se ha convertido en una adolescente que no consigue avanzar en los estudios y le exigen cambiar de actitud y esforzarse más. Discuten continuamente con su pareja, exhortándole que “no puede seguir siendo como es”, que “todo lo que ocurre es por culpa suya” y que “esto no puede seguir así”. Aprovechan cualquier momento para enzarzase en encendidos altercados en los que gritan que los políticos, las religiones, la sociedad, la raza humana… tienen que cambiar. Y mientras apuntan al otro con el dedo, evitan hacerse cargo de la responsabilidad del único cambio posible –el suyo propio, el de cada uno– y emprenden una huida desesperada y a la carrera de sus fantasmas, negándolos y proyectándolos en los demás a cada oportunidad que se les presenta…

Y solamente una minoría permite y acepta que el cambio suceda como un proceso natural de la vida y de la evolución. Únicamente a través de la aceptación –no de la lucha, no de la negación, no de la ocultación, no de la huida…- puede tener lugar el cambio. Una vez más, solo hemos de observar a la naturaleza. El río no pretende echar abajo la montaña. Busca el lugar en el que sabe que las rocas le permitirán el paso de la manera más cómoda –aunque tendrá que hacer su parte del trabajo- y la montaña no intenta frenarlo ni hacerlo retroceder y regresar de nuevo hacia su nacimiento, sino que lo deja fluir y, a su vez, aprovecha todo lo que le brinda, llenándose de verdor y de vida a su paso.

El cambio acontece solo si le permitimos que tenga lugar. En vez de pelear por él o contra él, te proponemos que permitas que suceda en tu vida lo que verdaderamente deseas que ocurra. Lo sabemos. Puede sonar casi mágico y bastante irreal. Pero en este post no hablamos de magia, sino de inteligencia emocional y de modos de estar en la vida. Las cosas no van a tener lugar porque sí. eres sujeto activo de tu propia vida y tienes mucho que hacer y que decir en ella, pero necesitas aceptar, confiar y fluir en lugar de protestar, huir, negar o combatir. Como siempre, no pretendemos convencerte, tan solo animarte a probar una nueva forma de comenzar el año.

Propuesta práctica

  • Siéntate en silencio, respira profundamente varias veces y date la oportunidad de relajarte.
  • Coge un papel y escribe aquellos acontecimientos, personas, etc. que deseas que estén presentes en tu vida. Deja fluir tu creatividad y decóralo como desees –puedes usar lápices de colores, rotuladores, etc.- y hacer dibujos que adornen tu lista de deseos. Deja a un lado lo que no quieres que esté. Es mucho más enriquecedor pensar lo que deseas que lo que no. Es una manera de entrenar el pensamiento positivo. ¿Has tomado conciencia alguna vez de cuántas veces al día pronuncias la palabra no? Tal vez demasiadas… A muchas personas les cuesta decir no al otro y continuamente dicen , pero esta actitud de sumisión a las necesidades de quien tengo enfrente me obliga, aunque no sea consciente de ello, a pronunciar un no rotundo y continuado a otro ser: a mí mismo.
  • Una vez que tengas recogido aquello que deseas, ponlo en un lugar visible. Cada día, dedica un momento a leerlo en voz alta con convicción y plena confianza de que, más tarde o más temprano, va a suceder el cambio porque tú eres parte activa de tu vida y motor generador de la transformación que quieres que ocurra.

Puedes hacer este ejercicio con tu familia o con amigos y plantearlo como el juego que realmente es. Revisadlo juntos periódicamente y comprobad cómo, si aceptamos y permitimos que nos ocurra lo que verdaderamente queremos, si tenemos confianza en que sucederá, si nos mostramos activos y deseosos de disfrutar de lo que somos, de lo que nos acontece, de los nuevos aprendizajes que nos trae el día a día… el cambio tendrá lugar sin necesidad de dolor, miedo, lucha o angustia.

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