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Bienvenidos, obstáculos

Carmen María León Lopa

Carmen María León Lopa

“La noche que había de alcanzar la iluminación, el Buda se sentó bajo un árbol y, estando allí sentado, fue atacado por las fuerzas de mara. La historia dice que le dispararon espadas y flechas y que dichas armas se convirtieron en flores.

¿Qué significa esta historia? A mi entender, lo que quiere decir es que lo que normalmente consideramos obstáculos no son verdaderamente nuestros enemigos, sino nuestros amigos. Lo que llamamos obstáculos son en realidad la forma que tiene el mundo y toda nuestra experiencia de enseñarnos dónde estamos atascados. Podemos experimentar como flor lo que parece ser una espada o una flecha”.

Cuando todo se derrumba, de Pema Chödrön

¿Qué nos provoca un obstáculo en nuestro camino? ¿Por qué a veces tiene tanto poder y nos convierte la vida en un auténtico maremoto? La respuesta es que desencadena nuestra frustración. Y, ¿qué es esto, exactamente?

La frustración es aquello que sentimos cuando no vemos satisfecho nuestro deseo o nuestra necesidad. Las personas tenemos carencias. Por ejemplo, nacemos requiriendo que alguien nos alimente y nos abrace. Lloramos, gritamos, agitamos los puñitos y hacemos todo lo posible para que alguien nos atienda, nos dé de comer y nos proporcione calor y afecto. Cuando estamos satisfechos, regresamos a nuestro estado de calma como si nada hubiera sucedido. Hasta que volvemos a sentir la necesidad y repetimos el ciclo tan conocido por todos aquellos que tienen o han tenido un bebé entre sus manos.

Nuestra necesidad puede verse insatisfecha por la aparición de numerosos obstáculos: mamá-teta no está disponible en ese momento, abuelo-biberón no tiene la temperatura adecuada, cuidador-pañal limpio se ha quedado sin Dodot para cambiarnos el culito sucio… y entonces nos sentimos muy frustrados. Tenemos una carencia, hay algo que necesitamos para poder regresar a nuestro estado de equilibrio, y hay elementos a nuestro alrededor que nos están impidiendo esa satisfacción. Por supuesto, esto nos enfada, y muchísimo.

Este es el mecanismo de la frustración en relación a los obstáculos. Con el caso del bebé lo vemos muy claro, pero esto continúa ocurriendo de la misma forma cuando somos adultos. Veamos el siguiente ejemplo: “Quiero salir con Roberto, pero me he dado cuenta de que a Jerónimo también le hace tilín. Ahora no para de pedirle ayuda para todo. ¡Lo está manipulando! Lo he visto mil veces moverse por la oficina sin necesidad de nadie y ahora resulta que, cada vez que baja a desayunar, le pide a Roberto que le empuje la silla hasta el ascensor porque dice que últimamente hay demasiados obstáculos en la sala. ¡Será…!”. También aquí detectamos fácilmente la necesidad de lograr el cariño del tal Roberto y la frustración que produce el obstáculo en el que se ha convertido el tal Jerónimo.

Una pregunta: ¿Te habías planteado que funcionaras exactamente igual que cuando echaste los dientes al mundo?¡Sorprendente! Haz el ejercicio de ponerte en contacto con situaciones actuales en las que has deseado algo y te has enfadado de lo lindo al no conseguir la gratificación inmediata de tus deseos. ¡Va a ser que las rabietas de niño no son tan sólo propiedad de los más pequeños…!

En este mecanismo nos encontramos con varios elementos importantes sobre los que incidimos a continuación.

  • Detecto mi falta.

Muy importante este primer punto. ¿Por qué? Porque muchísimas veces ni siquiera tenemos clara cuál es nuestra necesidad. “Eso que dices no va conmigo, yo siempre sé lo que quiero”. Fenomenal, pero ¿estás seguro? Por ejemplo, es de noche, estoy agotado y puede darse el caso de que en realidad, lo que necesito es que mi pareja se haga cargo, actúe de sostén y así yo poder relajar mi exceso de responsabilidades y descansar un poco. Pero, de repente, lo que creo que necesito, es que mi pareja cuelgue el teléfono a su madre porque “las diez y media de la noche no son horas de hablar con nadie”. Y vuelco toda la energía de mi dragón desatado en reprocharle que es “una falta de educación llamar a una casa a esas horas”, “que de ninguna manera es necesario hablar todos los días”, “que se va a acabar eso de ir a comer con ella todos los domingos”, etc. etc. etc. ¿Vemos la diferencia entre la necesidad real que subyace y la que creo que tengo? Algo que parece tan fácil como saber qué necesito en cada momento, se convierte en una tarea más que complicada cuando no estamos en contacto y en escucha con nosotros mismos.

  • Me pongo en movimiento para darle satisfacción.

Si hemos logrado atinar con qué nos hace falta, el segundo reto es darle satisfacción a nuestra carencia de una manera eficaz y saludable, lo cual, en demasiadas ocasiones, no suele ser lo más frecuente. A menudo, para conseguir lo que queremos, adoptamos una gran variedad de papepes:hay quien se queda en un rincón preso de la parálisis, está el que lloriquea, se queja y adopta el papel de víctima, quien se transforma en un toro desbocado que se lleva por delante el obstáculo y todo lo que encuentre a su paso, quien ignora lo sucedido, niega que necesite nada y se va a distraerse siguiendo el vuelo de las mariposas, quien se engaña y fantasea con que en verdad ha logrado lo que se proponía… Y cada cual con lo suyo. Como podemos imaginar, esto sólo lleva a sentirnos cada vez más desasosegados, en desequilibrio y a confundir a quienes tenemos a nuestro alrededor, que no comprenden muy bien qué nos ocurre o qué les estamos pidiendo. “Pero, ¿por qué me traes una ensalada?”, “Porque me has dicho que tenías hambre y que te trajera algo de comer. Es lo que yo me tomaría”, “¡Claro que tengo hambre, pero no quiero una ensalada! ¡Quiero jamón! Después de tantos años conmigo deberías saber que cuando tengo hambre, me gusta comer jamón. ¡Así me conoces! Como nunca me escuchas…” Y cada uno que continúe la conversación en su cabeza.

  • Si mi satisfacción no se ve cubierta, aparecen el enfado y la frustración, con la que comenzábamos hablando al inicio de nuestra entrada.

En nuestro post del mes que viene, hablaremos más detenidamente sobre esta emoción que es el enfado, que con frecuencia nos incomoda, que tanto desajuste nos provoca a veces, pero que tan importantes funciones tiene en nuestro día a día. Hasta entonces, te animamos a aprovecharla vivencia del obstáculo tal y como lo planteaba Pema Chödrön al inicio de nuestra reflexión, como meras situaciones que nos ponen claramente delante de la nariz los lugares donde más nos encontramos atascados.

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